Ya va siendo hora de encontrarlo
Todos hemos sido niños y todavía tenemos un pequeño niño interior dentro. Sí, no me pongas esa cara, tú también y aunque te empeñes en borrar lo que fuiste en aquella época de tu vida, esto solo te traerá infelicidad (buenooo, empiezo fuerte. Recapitulo y rebajo un par de grados la agresividad del discurso para que no tires el artículo a la basura antes de tiempo).
Todos hemos sido niños. Durante aquellos años éramos puros, valientes, impulsivos, llenos de dones y con la intuición a flor de piel y siempre, siempre teníamos claro qué queríamos y qué no. En aquella época ya apuntábamos maneras; aunque esto solo quedase reflejado en nuestros juegos. A algunos nos gustaban las motos, a otros las construcciones, teníamos al que curaba las heridas, al psicólogo que daba apoyo moral…
Todos los niños, incluido tú, nacen con unos dones concretos (o capacidades más desarrolladas que otras). Has podido tener suerte y nacer contable, lo que habrá llenado de gozo y satisfacción a tu familia, pero ¿Y si naciste con alma de artista? ¿Y si en realidad eras deportista?, ¿Y si llevabas a un pequeño Cervantes dentro? Si algunas de estas características se dieron en su día, el colegio, tu familia y la sociedad se encargaron muy mucho de comunicarte que aquello no podía ser. Y por miedo a ser rechazado por tus mayores, fuiste acallando todos estos dones para no ser reprendido.
Cuidado con el camino
A los seres humanos no nos gusta salirnos del camino y esto es algo que está grabado a fuego en nuestros genes. En el origen de los tiempos, el ser rechazado por el clan era algo muy serio. De hecho, era sinónimo de muerte segura. Un ser humano no era capaz de sobrevivir sin su clan y esto, que puede parecerte que no te afecta a ti, te afecta y mucho. Desde aquellos tiempos, el hombre ha tenido miedo al rechazo social (por lo que te acabo de contar) y esto nos ha llevado a anular nuestra forma de ser a cambio de seguir al rebaño.
Además, a tu vecino gris de al lado no le gusta que abandones el camino. Ningún hombre que se ha pasado la vida luchando para ser gris le gusta tener a nadie que brille a su alrededor, date cuenta que esto echaría a perder toda su existencia. Si hay pruebas de que el de al lado se sale de lo común y encima es feliz, ¿qué sentido tiene su vida?
Por todo ellos y mucho más en lo que no voy a entrar (como traumas infantiles o traumas heredados de nuestra familia) vamos machacando a nuestro niño interior poco a poco hasta casi hacerlo desaparecer por completo.
Un poquito de mí
Yo en un momento de mi vida luchaba con uñas y dientes por ser una persona normal de esas que no se sale del camino, ¿Y qué paso? Que estaba fatal. Era tremendamente infeliz y no llegaba a entender de dónde venía aquella insatisfacción hasta que un día alguien me dijo: “Recupera tu niña interior” y aquella frase desató un shunami imparable que arrasó con todo.
Yo desde que tengo uso de razón he soñado despierta. No solo era que me venían historias a la cabeza sino que a mí lo que más me gustaba era regodearme en ellas. Yo me iba a la cama cerraba los ojos y viajaba a mundos maravillosos. Aquella costumbre fue lentamente desapareciendo hasta que con dieciocho años tuve una tragedia familiar desgarradora y, de forma inconsciente, bloqueé todo lo que yo era para evitar sufrir más de la cuenta. En aquel instante todas aquellas historias desaparecieron de mi vida y yo seguí enfocada en seguir hacia adelante olvidando mi esencia por completo. Tardé muchos años (más de quince) en replantearme todo el asunto, pero cuando escuché: “Recupera tu niña interior” todo se vino abajo.
Tenía que encontrar aquella niña interior que había ocultado bajo miles de capas de tierra para poder volver a ser feliz en la vida. Y así, poco a poco, comencé a trabajar para saber de ella lo que hizo que “milagrosamente” reaparecieran las historias.
Qué hacer para encontrar a tu niño interior
Dicho todo esto, la conclusión es clara. Dudo mucho que puedas ser feliz en la vida si no sacas de paseo ese niño interior que todavía llevas dentro (aunque creas que lo has matado para siempre, déjame decirte que no, sigue ahí contigo). Y, ¿cómo? Lo primero es recordar qué era aquello que tanto te gustaba hacer de pequeño (si no lo tienes claro, coge el álbum de fotos y empieza a ojearlas). Este ejercicio te hará contactar con aquel chiquillo y te ayudará a descubrir qué era lo que te encantaba hacer (pueden ser una o varias cosas; tampoco hay que fijarse solo en una).
Te recomiendo que con las fotos en la mano hagas tres respiraciones profundas, te relajes y conectes con aquel chiquillo. Acuérdate de su estatura, cómo tenía el pelo, si llevaba gafas. Entra en tu cuarto y recréalo: dónde estaba la cama, qué tacto tenía el escritorio, qué juguetes había y así regodéate en las imágenes y visualiza qué hacías cuando te sentías realmente feliz. (Siempre hay que conectar con momentos agradables, si pasa alguna escena desagradable frente a tus ojos, déjala pasar y vuelve a enfocarte en el momento de felicidad).
Vale, ya está, ya he descubierto qué era aquello en lo que podías pasar horas, y, ahora: ¿Qué hacer con esta información? Pues ahora lo que tienes que hacer es apuntarte a algo relacionado con la tarea.
- Si te alucinaban los bloques, cómprate una caja enorme de Legos (los hay para adultos).
- ¡Que lo tuyo era el baile! Apúntate a una academia de baile.
- Si te encantaban las manualidades, hay unos talleres maravillosos en las casas de cultura de todo tipo.
- Que lo tuyo era la cocina, genial, como además se ha puesto de moda asistir a cursos de cocina tendrás un amplio abanico dónde elegir.
- Que te pasa como a mí que lo tuyo son las historias, no hay nada más fácil; coge una hoja en blanco y escribe la primera palabra.
Conclusión
Este pequeño paso hará que te sientas más feliz y realizado en tu día a día. ¿Ya estás listo a dejar sacar a pasear a tu niño interior? (si quieres más ideas visita ¿Te has enterado de que tienes dos manos?)
O mejor aún pincha aquí y recibirás un regalo al que le vas a sacar más que partido.
Nos vemos en el siguiente post,
Carlota