Silvia Barbeito
Me llena de orgullo y satisfacción poder publicar esta maravillosa entrevista a Silvia Barbeito. Silvia es una persona a la que seguía desde hace tiempo por las redes sociales, pero no fue hasta que descubrí que dirigió un negocio relacionado con la novela romántica y diferentes actividades creativas que me lancé a pedirle una entrevista.
He descubierto una persona a la que la creatividad le sale por los poros. No solo escribe novela románica de fantasía, sino que es correctora y amante de los animales. ¿Se puede pedir más? Sin más dilación, te dejo a continuación la creatividad vista por Silvia Barbeito.
Silvia Barbeito
Escritora de romántica y fantasía, y correctora
La podrás encontrar en: facebook
Entrevista
La primera pregunta es bastante obvia, pero no puedo saltármela. ¿Quién es Silvia Barbeito?
Buena suerte con eso. Todavía estoy averiguándolo y ya tengo… eh… unos pocos años. Supongo que soy una gallega testaruda, con la cabeza en las nubes y los pies en la tierra, con más aficiones e intereses de los que puedo mantener, vegetariana, loca por los animales (por los racionales, menos), adicta al chocolate y al sarcasmo. Soy escritora, correctora, librera, lectora y friki, así, en general. Ah, y una firme defensora de que los días deberían tener setenta y dos horas.
¿Por qué novela romántica?
¿Por qué no? La verdad es que la definición de los géneros literarios me la trae un poco al pairo, sobre todo porque huyo de integrismos y de los «esto es así porque siempre ha sido así y ya».
Verás, yo leo de todo. Y cuando digo de todo, quiero decir exactamente eso. No le hago ascos a absolutamente ningún argumento, solo me importa que esté bien narrado, bien tramado y que me entretenga. Si me das las instrucciones de un microondas y me dices que están redactadas de una forma maravillosa, me las leo. Así que las temáticas me dan un poco igual. Para mí, todo eso que la gente llama «géneros» son recursos para contar una historia. La fantasía es un recurso, el romance es un recurso, el terror es un recurso, el humor es un recurso…
En la trilogía del Velo usé la fantasía y el romance (y un poco de humor también) para desarrollar la historia que me apetecía contar en ese momento. En otras historias he seguido caminos diferentes y usado herramientas distintas. La parodia, por ejemplo, es una constante en mi trabajo, al igual que la fantasía, y vuelvo a ellas una y otra vez porque me parecen recursos fantásticos para narrar, muy flexibles. Todo depende de lo que quiera contar.
Eres una persona multidisciplinar. De hecho, abriste un negocio que no solo ofrecía lectura sino un montón de posibilidades más. ¿Qué te llevó a montar una tienda de estas características?
¿Que estoy mal de la cabeza y me meto en todos los charcos? Me gustaría decir otra cosa, pero básicamente fue eso. Mi socia, Trinidad Palacios, gran amiga y sin embargo magnífica persona, me dijo que estaba pensando abrir una librería, pero que le gustaría que tuviera también salón de té y talleres, tanto literarios como de manualidades, pintura, scrapbooking…, y que, claro, ella sola no llegaba. Y yo le dije que me apuntaba. Y ya. A partir de ahí, todo fue rodando, ampliando la oferta de actividades e intentando luchar por ella. Y aunque el proyecto pareció entusiasmar a todo el mundo, me temo que ni la amistad puede competir contra el descuento de unos cuantos céntimos que siempre hacen gigantes como Amazon. No tuvimos la respuesta que esperábamos y, al final, como sabes, tuvimos que pasar página. De ahí lo de estar mal de la cabeza. Pero, vamos, no cambio la experiencia por nada. Aprendí mucho de ella. Incluso alguna cosa que preferiría no saber.
Y como este es un blog sobre la creatividad, no puede faltar la pregunta: ¿Cómo definirías la creatividad?
No creo que exista una definición única o, al menos, no creo que me la haya planteado nunca. Creo que hay gente creativa y gente que no lo es, nada más. Es una manera de ver el mundo, un chip en el cerebro que hace que te enfrentes a la realidad de una manera muy concreta, distinta a los cánones más rígidos. También te digo, parece muy glamuroso eso de «ser creativo», pero no es nada del otro jueves, solo tiene buena fama. Y la tiene solo porque los demás no te ven cuando estás en plena vena psicótica de creación, con las ojeras en los pies y los niveles de cafeína en las nubes, la casa hecha un caos a tu alrededor, el teléfono apagado o fuera de cobertura acumulando mensajes (algunos prosaicos, reales y urgentes), el estómago vacío porque te has olvidado de comer y la espalda convertida en una ficha de Tetris. Creo que la gente poco creativa suele tener vidas organizadas, apetecibles, bien programadas. Yo tengo una batidora por cerebro, complejo de Peter Pan y una incapacidad casi absoluta para centrarme en la realidad ni un segundo más de lo necesario.
¿Puedes contarnos tu proceso creativo como escritora?
¿Proceso creativo? Eso suena hasta organizado y ya hemos concluido que la organización no es lo mío.
Veamos, las historias llegan cuando tienen que llegar, de la forma más inesperada, y ni siquiera tienen la decencia de presentarse completas. Supongo que hay gente (lo supongo por lo que cuentan, no tengo ni idea de si es así o no) que tiene una idea, imagina una historia, la desarrolla en su mente, en una escaleta o en unas cuantas notas y la transcribe al papel.
Yo ya he dicho que tengo una batidora por cerebro. A veces voy por la calle y escucho algo que me llama la atención. Esa frase se queda ahí, en un lugar de mi mente, y espera su turno. Otro día veo una serie, un documental, una película…, y una escena o una imagen se me queda grabada a fuego en la cabeza. Otras veces me despierto con un diálogo completo bullendo en mi cerebro, lo apunto (o no) y me olvido de él. En otro momento me ocurre algo, mantengo una conversación o paso por una situación que enciende una chispa… Mil cosas. Y todo eso está ahí, desordenado, amontonado sin mucha lógica. Y entonces, algo encaja. Otra frase, serie, película, diálogo, táchese lo que no proceda… conecta con uno de esos archivos mentales y, de repente, ya tengo una historia. No sé cómo se produce ese proceso, en realidad. Solo sé que, de pronto, datos inconexos ya no lo son y tengo que escribirlos. Y ya.
Te pondré un ejemplo. Sé que suena exagerado, pero tengo testigos que pueden garantizar que fue tal cual lo cuento. Verás: una buena amiga (y mejor escritora) y yo tenemos una trilogía creada a cuatro manos. Hasta ahí, bien. Pero es que esa trilogía surgió de una frase en una conversación muy absurda a las tantas de la madrugada.
Una frase. Una simple frase. De dos palabras, para ser precisos. Más de mil doscientas páginas escritas entre las dos que nacieron de una frase de dos palabras.
¿Cómo ocurrió? Ni idea. Supongo que nos juntamos dos personas creativas, que surgió la chispa y el resto fue rodado. Nos sigue pasando. A veces coincidimos en una conversación sobre cualquier tema, muchos de ellos serios, conste. Empezamos a divagar (surrealistear, como lo llamamos en un claro atentado contra la lengua, de esos que nos gusta cometer de tanto en tanto) y, de pronto, sabemos que ahí hay una historia. Y te puedo garantizar que las divagaciones son una locura, pero cuando dejas de ponerle trabas al cerebro pasan estas cosas: tiras del hilo, no te reprimes ni te pones límites, y todo termina encajando.
La verdad es que no sé cómo encaja ni por qué, y no me preocupa mucho. Es así, y punto. Para mí siempre ha sido así, es la forma natural de procesar de mi cerebro, solo eso.
Y por último, una pregunta que ardo en deseo de hacerte: ¿Qué hay de creativo en el proceso de corrección de una novela?
Ah, bueno… En la ortotipografía, nada. Las reglas son las que son, las aplicas y punto. En estilo ya es otra cosa. Y el trabajo de edición otra más.
Supongo que mucha gente te dirá que escribir es contar una historia, pero para mí es algo más que eso. Están las palabras, las frases, el modo en que encajan. La prosa tiene un ritmo, una música que tienes que escuchar y comprender. Y aunque cuando corriges tienes que respetar el estilo del autor, se trata de hacerse con ese tono y usarlo para modificar aquellas frases que no están bien redactadas, que no encajan. O para poner un punto donde no estaba y ver que todo el párrafo mejora. O para cambiar el orden de un par de palabras, o una palabra por otra y que, de pronto, todo encaje. Es como, no sé, como barnizar el trabajo de otros, como colorearlo. Y sí, es creativo, cómo no va a serlo.
Además, también está el que mucha gente a la que le corrijo espera que le dé una vuelta a la historia, que los ayude a concretarla y definirla, a que todo fluya, así que me encanta hacer malabares con lo que pueden añadir, con lo que pueden quitar, con cómo pueden cambiar un enfoque o la definición de una escena. Eso también necesita de creatividad, de una cierta capacidad para «pensar de reojo», para salirte del camino marcado e imaginar otro distinto. No sé, yo lo veo así, al menos.
Si quieres llegar a tener la creatividad a flor de piel como Silvia, no dudes en pinchar aquí para recibir un regalo que te ayudará a conseguirlo.