Hoy quiero hablar de uno de mis temas favoritos: la novela romántica. Sí, ya sé que igual no eres fan del género, pero espero igualmente que te guste el artículo o por lo menos que te haga reflexionar sobre tus gustos literarios.
Y sobre por qué me gusta la literatura romántica he estado reflexionando de forma larga y tendida durante todo el verano. De hecho, todas estas reflexiones han surgido porque cuando cogí vacaciones, me propuse el objetivo de ampliar mi registro literario. Para ello, me compré una buena pila de novelas negras, históricas y de terror (esto no significa que nunca antes hubiese leído estos géneros, pero este verano lo he intentado con más ahínco) y después de pasar un buen puñado de horas leyendo una pila interminable de libros, he llegado a una conclusión clara. Por fin, he descubierto qué es lo que me hace no poder soltar un libro de las manos.
LA INCLUSIÓN EN OTROS GÉNEROS
A principios de verano, decidí comprar varias novelas policíacas de renombre y comencé a leer. Durante su lectura, no es que no estuviese entretenida, pero me di cuenta de que no me importaba si atrapaban o no al asesino. Así de claro.
Estoy a mitad del libro, siguiendo al detective de turno pista tras pista, para darme cuenta de que si cierro el libro y no me entero de lo que pasa después, me importa más bien una mierda un bledo. Terrible, ¿verdad?
Luego pasé a la novela de terror; mi segundo género preferido (de hecho, uno de mis libros favoritos pertenece a este género: La hora de las brujas de Anne Rice). Y después de dos novelas seguidas, me di cuenta de que muy buena tiene que ser la novela para hacerme sentir verdadero terror en el cuerpo. Así que, la conclusión fue más o menos igual que con el genero anterior. Si cerraba la novela a la mitad, no me moría por saber cómo acababa: me daba un poco lo mismo.

Acabé el ejercicio con la novela histórica, pero después de haber leído la saga entera de El médico y unas cuantas novelas de renombre de Ken Follet, casi tenía la respuesta antes de hacer el experimento. Sabía de antemano que si cerraba el libro a mitad de camino me quedaría tan pancha. Y así ocurrió.
A MÍ LO QUE ME PONE ES SUFRIR
¿Entonces qué es eso que me hace seguir leyendo capítulo tras capítulo sin poder soltar una novela? Y al hacerme esta pregunta un rayo de sabiduría me partió en dos. A mí lo que realmente me pone es sufrir por amor. ¡Ala!, ya lo he dicho. Sí, sí, sufrir por amor. Y esto solo lo consigo con el género romántica.

Los momentos bonitos en la romántica están bien: cuando nuestros protagonistas se encuentran por casualidad, se enamoran y tal…, pero lo que realmente me hace seguir leyendo sin parar es saber que tarde o temprano sufrirán.
Ahí comienza lo bueno, cuando comienzan a sufrir como perracos.
Ella padece en la distancia, él padece en la otra distancia y luchan lo indecible para que acabe todo ese dolor. Finalmente (lo que voy a contar es básico para que considere que la novela es digna de ser recomendada) ellos consiguen reencontrarse y acabar con tanto sufrimiento por medio de… ¿una boda? ¡Psss!, para nada. Mediante una buena escena de cama. Y con escena de cama no me refiero a una clase detallada de anatomía reproductiva (si quieres leer más sobre mi opinión sobre este tema aquí te dejo un artículo), sino una maravillosa escena donde el intercambio de emociones prima frente al intercambio de fluidos.
Y ahí es cuando me quedo más a gusto que un arbusto. Me he pasado doscientas páginas con un nudo en el estómago y la escritora consigue deshacerlo en un maravilloso reencuentro dejándome más contenta que chupito. Y claro nada de esto me sucede con otro tipo de géneros. Las tramas en las que no se sufre hasta el horror por amor no me interesan.
REGRESO AL PASADO
En realidad, meditándolo mucho he llegado a la conclusión de que lo internaste de la novela romántica es que te devuelve a los amores adolescentes. Esos que se vivían con tanta intensidad. Si estás leyendo estas lineas, seguramente serás una mujer de más de treinta años y tu vida la tendrás más o menos resuelta. Ya tienes pareja, un trabajo estable, seguramente algún que otro hijo… y ¿qué echas de menos como una perraca? Las historias de amor de juventud. Esas en las que se vivía el amor con otra intensidad, esas en las que creías que el amor podía con todo, esos amores apasionados y que además te hacían sufrir un horror. Una buena novela romántica te devuelve a aquellos tiempos donde tus sentimientos estaban a flor de piel.

Una buena novela romántica te hace sentir un embotamiento de los sentidos, te coloca en una nube, hace que se te escapen sonrisas tontas y que tengas la mirada perdida. Y esas sensaciones se repiten semana tras semana hasta que acabas la novela. Reconozco que hay veces que cuando veo que estoy llegando el final alargo todo lo que puedo el libro para intentar que no se acabe. Soy una yonqui del sufrimiento.
Así que esto es lo que yo busco al leer una novela romántica y por eso soy una lectora empedernida del género. Incluso un buen día me pasé al lado oscuro; cansada de leer historias de amor que no me llenaban (tengo un futuro post sobre este tema) decidí ponerme a escribir las mías propias.
Sufrir por amor es todo lo que quiero sentir con un buen libro. ¿Qué pena? Puedes estar pensando, todo lo que te pierdes. Pues sí, lo reconozco, ¿pero? ¿Qué le voy a hacer?
¿Y tú has descubierto eso que te hace no poder parar de leer un género concreto?
Si quieres averiguar cómo escribir una historia de éxito, pincha aquí para recibir un regalo que te ayudará a conseguirlo.
Nos vemos en el siguiente post.